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El Ciclo Sinódico de Marte: Una puerta de Entrada

Escrito por Arminda Abdola para Revista Stellium nº18 Extinción, Diciembre de 2024

En tiempos liminales como los que vivimos, se vuelve imperativo apelar a referencias orgánicas que nos ubiquen y posibiliten que sigamos nutriendo nuestro registro somático y, con fortuna, nuestro testigo interior. Lo contrario implicaría perder la posibilidad de orientarnos (reconocer el Oriente, nacimiento del dador de coherencia, el Sol) y de experimentar el anclaje hacia adentro que nos permite diferenciarnos, desplegar agencia1 y discernir con cierta mirada crítica las corrientes subterráneas que conducen lo colectivo.

Mi intención con este artículo es abordar el marco tan desafiante como vitalista que es el ciclo sinódico de Marte. Desafiante, porque caminar de la mano de este ciclo a tiempo real, con máxima atención a cada una de sus fases, nos pone a dialogar con fuerzas preverbales, no reflexivas, y con uno de los interrogantes más complejos que podemos hacernos: ¿qué nos mueve? ¿A qué sirve nuestro movimiento? Vitalista, porque elegir a Marte como mentor y andar su ciclo implica devolver la atención al movimiento, a la actividad de lo vivo, visible e invisible, y, sobre todo, al misterio que anima todo lo que es. De manera que encuadrarnos en este marco cíclico que, en definitiva, significa acompañar la danza astronómica entre Marte, la Tierra y el Sol, se constituye como una referencia útil para abordar con foco vitalista y enraizada valentía los cortos años que nos han tocado vivir.

La práctica cíclica

Resulta indudable que la astrología hunde sus raíces en la observación y la experiencia del soma2 en el territorio, es decir, de personas entablando un diálogo sentido, cotidiano, mágico y duradero con la continua transformación de lo que existe (y, por la tanto también, de lo que somos). Desde el movimiento aparente de las estrellas de la bóveda nocturna hasta las variaciones estacionales, todo nos ha ido informando sobre las funciones que organizan el imperio de las formas. Se trata de una manera de ser informadxs, por cierto, que incluye la complejidad de nuestro proceso perceptivo: electromagnetismo, registro celular, tisular, orgánico, trama neuronal, etc.

La astrología como sistema de conocimiento continúa siendo útil hoy día, inclusive habiéndose demarcado en gran parte de su dimensión orgánica. Como practicantes, hemos dejado de lado el aspecto astronómico de la ciclicidad y, más allá, hemos dejado de lado a la ciclicidad misma, que ha pasado de ser un proceso encarnado y coherente con nuestros ecosistemas a un aprendizaje descontextualizado de su marco de referencia real.


¿El resultado? Un manejo astrológico de base que tiende más a disociar que a incluir. Aquí encontramos, por aventurar algunos ejemplos, el estudio astrológico como ejercicio de consumo, recurso salvacionista, combustible para el conspiracionismo y, el más habitual, mecanismo de justificación identitaria.

La ciclicidad como práctica que vitaliza

Ir de la mano de los ciclos a tiempo real es, bajo mi experiencia, un compromiso vinculante. Con esto quiero decir que al elegir caminar de la mano de un ciclo (o de la danza astronómica entre varios planetas), nos aseguramos de que, por libre consentimiento, nos mantendremos en relación, como poco, con el desarrollo celestial del ciclo y, de pleno, con su correspondiente despliegue simbólico-somático en nuestras vidas. Digamos que nos volvemos voluntariamente dialogantes durante un período concreto de tiempo. Ante las fuerzas del destino, ¿cooperamos? ¿co-participamos?

Mantenerse en relación es lo diametralmente opuesto a perpetuar la disociación. Hemos elegido mantenernos en contacto y retornar, una y otra vez, al curso de un proceso que nos ofrece una referencia y un marco. En juego hay una temporalidad concreta (la del ciclo que estamos acompañando), un corpus de conocimiento antiquísimo que respira a través de la astrología que va matizando el transcurso del ciclo y un proceso de metabolización y elaboración continua con respecto a lo que vivenciamos que nos mantiene en el timón de ese barco llamado Vida que nadie sabe a dónde va.

No me cansaré de insistir en cuánto marco – cuánto Saturno – precisamos para desplegarnos creativa y singularmente, en sentida escucha de lo que nos moldea, al son de ritmos reales y cualidades específicas, terráqueas; tal como nuestro sistema esquelético se organiza como marco para el despliegue del deseo de nuestros órganos, articulando posibilidades de movimiento en el espacio. En definitiva, la práctica de ciclar nos ofrece un sendero, un cómo saludable, para continuar alimentando la llamita del sí a la Vida.

Ciclos sinódicos

Llamamos de esta manera al período de tiempo que demora un planeta en volver a aparecer en la misma o aproximada posición con respecto al Sol desde la perspectiva de la Tierra. De base, entonces, el ciclo sinódico implica tres cuerpos celestes: el planeta en cuestión, la Tierra y el Sol.

Cada planeta traza un diseño diferente, un patrón geométrico que depende de varios factores, entre ellos el lugar que ocupa en el Sistema Solar, y que tiene un correlato arquetípico. Mercurio y Venus, por ejemplo, por tratarse de planetas interiores (más cercanos al Sol que a la Tierra), trazan un diseño que incluye dos conjunciones al Sol durante su ciclo sinódico, una interior (o inferior) y otra exterior (o superior). Los planetas como Marte y Júpiter, sin embargo, por tratarse de planetas exteriores (posteriores a la Tierra con respecto al Sol) realizan una sola conjunción con el Sol que inaugura el ciclo sinódico y, a mitad de su ciclo, una oposición con el Sol. Esta última lógica es semejante a la del ciclo lunar que, por erguirse como nuestro satélite, esquiva la categoría de interior o exterior, pero se alinea con la dinámica visible de los exteriores.

De manera que cuando hablamos de acompañar el ciclo sinódico de un planeta visible nos referimos a alinearnos:

  • Astronómicamente, con su inicio, su desarrollo, su culminación y la fase menguante que agota la experiencia del ciclo en curso y lo aproxima del siguiente. No mantenemos un abordaje teórico en absoluto: ¡nos presentamos! Nos familiarizamos con los períodos del ciclo en que tal planeta es avistable. Vamos descubriendo cuál es su tránsito por la eclíptica, su ritmo, su diálogo con las direcciones, su cercanía y su lejanía con respecto a la Tierra y el Sol.
  • Astrológicamente, con la dimensión simbólica y arquetípica que matiza cada ciclo sinódico en particular y, por supuesto también, con la intersección con otros ciclos planetarios. Como volvía explícito al inicio, ciclar es un compromiso vinculante y, por lo tanto, amplía nuestro registro relacional y nos aproxima a la simultaneidad que configura el despliegue de lo vivo, en vez de encerrarnos y aislarnos. Pero, a la vez, nos ofrece un marco concreto para que no nos perdamos.
  • Somáticamente, con un marco temporal y una referencia espacial que reconfigura nuestra vivencia del tiempo y que nos va revelando otra orientación posible. A esta reconfiguración podríamos llamarla también rescate o descolonización o retorno porque, sin duda, hay una distancia colosal entre el paradigma capitalista de la instantaneidad y el paradigma planetario, en el que no hay consecución alguna, sino proceso. Vueltas y vueltas en la espiral de lo posible.

Hay otras -mentes que podríamos considerar: el plano emocional, el espiritual, el relacional, el material, el cognitivo. En todos se producen rescates y realineamientos. De acuerdo a la naturaleza del ciclo sinódico del planeta visible al que damos la mano, nos sumergimos en un campo de experimentación específico, acorde a las cualidades y funciones asociadas a tal planeta.

Probablemente, la práctica astrológica más común sea la que encuadra proyectos y procesos en relación al ciclo lunisolar. En este artículo, mi intención es abordar uno menos habitual: el ciclo sinódico de Marte. Pero para eso, he de remontarme a otro, el que me abrió la puerta.

El ciclo sinódico de Venus

En 1983, la prolífica colaboración de la folklorista Diane Wolkstein y el cuneiformista Samuel Noah Kramer ofrendó al mundo una joya: el libro “Inanna: Queen of Heaven and Earth”, un rescate de altísimo valor para la práctica astrológica.

Sus investigaciones recompusieron milenios en unos pocos textos que supieron evocar con gran delicadeza el esplendor de la Diosa y, en especial, de la gran diosa sumeria Inanna, más tarde conocida como Ishtar y, a medida que perdía cualidades y se fragmentaba, como Afrodita y, finalmente, Venus. El valor de esta labor no solo exhumó la riqueza de un período liminal de la historia humana en el que la veneración de las grandes Diosas-Agua, Diosas guardianas de la vida, decaía a favor del imperio de los dioses solares (con todas las transformaciones políticas, religiosas, culturales y sociales conectadas), sino que, además, dio raíz a un movimiento astrológico encabezado por lxs astrólogxs Daniel Giamario y Caylin Castell, que en 1997 publicaron un artículo con muchísimas claves titulado “A shamanic investigation of Venus and Mars”. Un movimiento, por cierto, del que este artículo es una humilde extensión. 

No llega a tres décadas que este movimiento rescató la íntima relación entre el mito sumerio del descenso de la diosa Inanna y el ciclo sinódico del planeta Venus. O dicho de otra manera, este grupo de astrólogxs notó que el relato sumerio del descenso de Inanna, con más de 4000 años de antigüedad, se trataba, ni más ni menos, que de un mito astronómico… ¡y lo más importante! No solo lo notaron, sino que comenzaron a caminarlo, volviendo, tras milenios, a ponerle el cuerpo.

Los astrólogos Gary Caton y Adam Gainsburg son, por cercanía, mis principales referentes en esta práctica, investigadores que llevaron a otro nivel los descubrimientos de Daniel y Caylin. Paloma Todd fue la astróloga que introdujo esta praxis a la lengua hispana y, por lo tanto, mi referente en nuestro idioma. Su labor de divulgación y acompañamiento del ciclo sinódico de Venus en correlato con el mito sumerio del descenso de Inanna ha sido una ofrenda invaluable que acabó por convocarme, dos ciclos sinódicos de Venus atrás, a ser también parte de un movimiento activo a favor de esta comunión caminada entre símbolo y astronomía, mito y ciclicidad, compromiso y escucha planetaria.

No me voy a demorar esta vez en evocar el bellísimo patrón geométrico que traza el planeta Venus en su danza de amor con la Tierra y el Sol ni en elaborar su relación con el relato mítico que lleva a la gran Reina de Sumeria a iniciar su descenso al Kur, al Gran Abajo. Tampoco me demoraré en sintetizar cuánta benevolencia y reparación he experimentado en mí y a través de las personas a las que he ofrecido mi humilde astro-guía en estos poderosos viajes de 584 días durante los que Venus va desplegando los códigos con los que el Sol la fecunda mientras se aleja progresivamente de la Tierra para, tras su segunda conjunción al Sol, “su exilio”, volver a aproximarse a la intimidad de nuestro planeta.

Mi invitación es clara: si sentimos el llamado de la Diosa y el corazón se queda palpitando con esta pequeña síntesis, caminemos de su mano. A día de hoy hay varias personas que damos continuidad a este movimiento de Amor, rescate y reparación.

Llegar a Marte

Los años ciclando junto a Venus han ido guiando mi atención hacia el patrón errático que Marte dibuja en nuestro cielo. Resulta inevitable, pues Venus y Marte son caras de un mismo pulso y a quienes tomamos tiempo para abrir preguntas en relación a nuestra dimensión receptiva, al fundamento de nuestros valores y a la raíz femenina de nuestro despliegue creativo se nos acaba por presentar en escena un sanísimo y transformador cuestionamiento en relación a qué hacemos con todo eso – si acaso algo pudiera hacerse – y, lo que es más crítico, cómo.

Aquí se edifica el puente: ciclar con Venus va zurciendo heridas de desvalorización y desórdenes sistémicos y, en tanto nos va curando, nos vuelve partícipes de su danza y oficiantes suyxs, de esa práctica sin dogma ni propiedad que es renovar nuestros votos con la vida y con la matriz vinculante que nos colma y engendra. Entre tanto, llegamos a la orilla de Marte. Renovados nuestros valores, ¿cómo los actuamos? Zurcidas algunas de nuestras más íntimas heridas, ¿cómo transformamos las dinámicas de interacción e intercambio? 

¿Cómo protegemos lo que se nos ha revelado como esencial?

¿En qué guía nos apoyamos para defender lo que es sagrado?

¿Qué encuadre puede ayudarnos a interpelar cíclicamente y mantener una actitud de higiene en relación a nuestro pulso de vida más primario, nuestra agresividad, nuestra ira, nuestra capacidad de dinamizar y diferenciarnos?

¿Qué nos apoya a jugarnos con integridad y soberanía?

Una breve presentación de su ciclo sinódico actual

El 18 de noviembre del 2023 Marte se unió al Sol en el 25º36 de Escorpio. Ese día marcó el inicio de un nuevo ciclo sinódico que se extenderá hasta el 9 de enero del 2026 y que está íntimamente vinculado con la impronta de aquel signo de agua fija. El ciclo sinódico de Marte, a diferencia del de Venus, tiene una duración variable de entre 25 y 26 meses y medio. Esto ya nos informa de manera simbólica del carácter errático y variable que propone su ciclo.

A partir de ese día, Marte fundido en los rayos del Sol, invisible al ojo, comenzó a distanciarse del astro rey y a progresar en la fase creciente de su ciclo. En realidad, se trata de un doble movimiento: Marte se distancia del Sol mientras se acerca, muy paulatinamente, a la Tierra.

Transcribo un fragmento de la “Hoja de ruta” que escribí para un proyecto colectivo en ciernes enfocado en acompañar el punto medio de este ciclo sinódico de Marte:

ciclo sinodico marte EAB

“A medida que Marte va alejándose del Sol, vuelve a ser tímidamente visible como Estrella de la Mañana. Es decir, podemos avistarlo antes del nacimiento del Sol al Este. Este dato es importante porque Adam Gainsburg, el único referente que conozco que cicla de la mano de Marte desde hace más de una década, tiene en mucha consideración el signo por el que transita Marte en el momento en el que hace su reaparición en el horizonte hasta el punto de que nombra al ciclo sinódico en referencia a este signo y no al signo en el que estaba cuando Marte se unió al Sol. Esto nos habla de la importancia de la visibilidad y el avistamiento astronómico en su investigación.

El ciclo sinódico que caminamos inició en el signo de Escorpio, pero no fue hasta que Marte transitaba por Capricornio que reapareció como Estrella de la Mañana. De ahí que la síntesis de Adam con respecto a este ciclo sinódico sea la que sigue:

«Este Ciclo de Marte en Capricornio orquestará oportunidades colectivas para que la humanidad madure sus acciones y sus resultados con mayor conciencia, menor reactividad y una profunda y sagrada responsabilidad de cuidar la vida en la Tierra. Muchas, muchas personas se verán enfrentadas a las formas en que actualmente no estamos siendo responsables de nuestras elecciones, consciente e inconscientemente, a través de situaciones aparentemente terribles cuyos resultados no podremos controlar».3


La cuestión es que cuando un planeta retrograda pasa más tiempo del habitual en un área del zodiaco (sobre uno o dos signos específicos), pues avanza un determinado número de grados en esa área, luego inicia su retroceso o su marcha retrógrada volviendo sobre esos mismos grados y, finalmente, recupera su marcha directa volviendo a pasar por tercera vez sobre los mismos grados matemáticos. En este ciclo, Cáncer y Leo serán los signos que acojan este proceso, específicamente del grado 17º de Cáncer al grado 6º de Leo. Así que, si bien este ciclo sinódico comenzó en Escorpio y Marte reapareció en el firmamento estando en Capricornio, es en el pasaje de Leo a Cáncer que “se inicia”.


A quienes tengan planetas, ángulos importantes o puntos sensibles (como los Nodos de la Luna o Quirón) de su código natal entre el grado 17º de Cáncer y el grado 6º de Leo, les invito a poner máxima atención a este período. Marte en tránsito activa lo que toca y su retrogradación plantea una oportunidad redoblada de activación, suspensión y, finalmente, revitalización y reorientación. Misma cosa para personas con planetas o puntos sensibles del 17º de Capricornio al 6º de Acuario, del 17º de Libra al 6º de Escorpio y, por último y completando la cruz, del 17º de Aries al 6º de Tauro.”

ciclo sinodico marte EAB

A continuación, comparto las fechas más importantes de este proceso a modo de incentivo. Espero que esta puerta de entrada al ciclo sinódico de Marte avive nuestro deseo de tirar del hilo y nos anime a explorar en carne cómo puede ofrecernos un encuadre útil en estos tiempos convulsos.

A) 5 octubre 2024 – Inicio de la sombra pre-retrógrada (17º Cáncer)
B) 4 noviembre 2024 – Marte ingresa en Leo
C) 6 diciembre 2024 – Marte estacionario inicia marcha retrógrada (6º Leo)
D) 6 enero 2025 – Marte reingresa por segunda vez en Cáncer
E) 24 febrero 2025 – Marte recupera marcha directa e inicia sombra post-retrógrada (17º Cáncer)
F) 18 abril 2025 – Marte ingresa por segunda vez en Leo
G) 30 abril 2025 – Fin del ciclo de retrogradación. Marte finaliza la sombra post-retrógrada (6º Leo)

Considero fundamental añadir también las fechas que nos ponen en contacto con el aspecto más astronómico del ciclo y que, por lo tanto, nos sacan de casa, nos invitan a esquivar el gran velo tecnológico que es la luz artificial y nos abocan a jugarnos en el territorio, cuerpo a través:

12 enero 2025 – Mínima distancia de la Tierra
15 enero 2025 – Máximo brillo
16 enero 2025 – Oposición al Sol

La montaña de Marte

Arquetípicamente y de acuerdo al principio hermético de correspondencia, los ciclos sinódicos funcionan como carreteras de despliegue por las que circulan las funciones de los diferentes planetas y, por lo tanto, nuestras propias funciones. En el caso de Marte, la carretera de su ciclo se parece más a una montaña que a una edificación humana. En su conjunto, su ciclo marca las diferentes fases que caracterizan el despliegue del principio marcial y del principio masculino evolutivo. En particular, cada fase astronómica encuentra su correlato arquetípico y su impacto psicosomático y presenta la sucesión de escenarios a través de los que nuestra dimensión masculina encuentra vía de experimentación, revisión, transformación, puesta a prueba y maduración. 

Por supuesto, ninguna de las funciones de la vida opera aislada, y por eso elegí partir de Venus para llegar a Marte. Los ciclos sinódicos nos dan, insisto, marco para sumergirnos en la complejidad de la existencia con referencias útiles que nos permiten ordenarnos mínima y orgánicamente en relación a los patrones y geometrías de acuerdo a los que se orquesta la vida y la consciencia. 

Entonces, la montaña de Marte (por usar una metáfora sugerentemente apropiada) nos permite higienizar cíclicamente nuestra manera de jugarnos y actuar la energía vital que se expresa a través de cada unx de nosotrxs. No voy a demorarme en describir la cartografía del ciclo en esta ocasión, ni en enumerar con detalle la correspondencia entre las diferentes fases del viaje de Marte porque mi propósito es focalizar en el que considero el momento más delicado del ciclo, al que he llamado «la iniciación». Sí considero relevante recordar que esta retrogradación de Marte se yergue como la antesala de los considerables cambios que la astrología del 2025 pone sobre la mesa. Tengamos muy en cuenta que Marte, como regente de Aries, será piedra angular de algunos de esos movimientos y que habernos sumergido con consciencia, con actitud cooperativa, en su retrogradación nos permitirá un mayor anclaje de esta función en los meses y años venideros. No subestimemos la importancia de una sentida y reflexiva preparación.

La iniciación

Marte se funde, invisible, en los brazos del Sol para recibir su impronta e iniciar un nuevo ciclo sinódico, activando el paisaje energético del signo en el que se produce la conjunción combinado con el signo por el que transita cuando reaparece como Estrella de la Mañana. De ahí en adelante, Marte permanecerá visible e irá ganando en brillo y altura a medida que vaya aproximándose a la Tierra. Esta fase creciente corresponde a la experimentación y desarrollo de la impronta energética o signo(s) activado(s) al inicio del ciclo. De alguna manera, estas primeras fases nos preparan para la escalada a la montaña correspondiente a la mitad de su ciclo: su oposición al Sol, por supuesto siempre desde la perspectiva y la cercanía de la Tierra.

La montaña de Marte pone en jaque las cualidades asociadas a este planeta, desde las más crudas, como la fuerza, hasta las más refinadas, como la actitud estratega y la asertividad. Esto sucede de acuerdo a la naturaleza del principio masculino: activamente, sin pre-elaboración, a puro tiempo real.

En esta fase en la que el ciclo, tras largos meses de crecimiento y desarrollo, llega a su plenitud, Marte estaciona e inicia su marcha retrógrada. A diferencia del ciclo de Venus, que inicia con el planeta en fase retrógrada, en el ciclo de Marte nos encontramos con que la retrogradación sucede durante la plenitud del ciclo. Marte ha jugado y experimentado lo suficiente, se ha vuelto cada noche más preponderante y su cercanía a la Tierra es cada día más perceptible. Llega la hora de ser iniciado en la cima de su montaña, a la vista de todos. Encuentro correspondencias simbólicas entre esta fase y el proceso de crucifixión de Jesucristo o el instante iniciático en el que Francisco de Asís, muy próximo al final de su vida, recibe un rayo que lacera todo su cuerpo.

Mientras Venus*Inanna se inicia del otro lado del Sol, en su punto de máxima lejanía con respecto de la Tierra, invisible al ojo desnudo; Marte lo hace en su cima visible, mientras besa con su calor y su luz rojiza la faz de nuestro Planeta. ¿No es el suyo un beso de Amor, un beso que renueva sus votos, que le recuerda que está al servicio de la Vida? 

La iniciación implica la toma de perspectiva y la mirada panorámica común a toda oposición entre un planeta y el Sol, fase llena de su ciclo sinódico. Bajo mi sensación, esta visión es, también, un cuestionamiento que repara y un enraizamiento que madura.El cuestionamiento sobre al servicio de qué dinamizamos nuestra energía vital y el enraizamiento que nos vuelve conscientes de los recursos de los que disponemos, a qué principio respondemos (adelanto la respuesta: el femenino) y, de ahí en adelante, desde dónde nos moveremos.

En definitiva, la iniciación es un proceso de regeneración masculina y de reorientación necesaria.

La astrología particular de cada ciclo nos apoya en este proceso, sobre todo cuando podemos identificar las cualidades energéticas del eje en el que sucede la oposición Marte-Sol. En esta ocasión, Marte retrograda entre los signos de Leo y Cáncer y es en este último signo, nido del origen, guardián de la memoria, donde el planeta rojo se inicia al oponerse al Sol. ¿Podemos entrever a qué apela esta iniciación? ¿Cuán profundo apunta?

No será en este artículo que profundice en una interpretación para este ciclo, pero sí me interesa cerrar con una pequeña descripción poética de la impronta escorpiana de este ciclo sinódico en ciernes y con algunas ideas más que nos permitan seguir tirando del hilo y añadir capas significativas a nuestra práctica astrológica.

Ciclo sinódico de Marte en Escorpio

Agua subterránea, tolerancia ante las vicisitudes y metamorfosis de la Maestra Vida, capacidad de lidiar heroica y asertivamente con los tabúes y la dimensión más inaccesible del misterio humano. El movimiento del duelo. Los sótanos de nuestra acción, las herencias que influyen y demarcan los límites de nuestras apuestas y de nuestra manera de jugarnos, incluido nuestro manejo activo del dinero y de nuestros recursos energéticos, psicoemocionales, materiales y espirituales. La capacidad estratega, el masculino que conoce los misterios: el masculino iniciado.

La primera idea de cierre es que es crucial cruzar la relación entre el signo del zodiaco tropical por el que Marte transita cuando se vuelve visible en el cielo de la mañana con el signo en el que se encuentra en el momento de su oposición al Sol. Este entramado nos informa de qué está jugándose en el ciclo particular. 

La segunda idea es que una de las riquezas de los ciclos sinódicos es que nos permiten enmarcar, como ya hemos visto, aspectos de nuestro despliegue personal. Por tratarse de un período de iniciación, la retrogradación de Marte corresponde ser vivida como un proceso delicado. Las fuerzas que operan (o que ralentizan o inhiben) durante los días que se extiende la retrogradación merecen, como poco, atención de calidad. Si el principio masculino se inicia en movimiento, de nosotrxs depende ponderar el tipo de rango de movimiento con el que nos alineamos durante este período. ¿Seguimos al galope, esclavxs del imperio de la prisa, o nos volvemos reflexivamente móviles y suavizamos la retahíla de haceres y enfrentamientos a través de los que construimos identidad? 

Todo proceso de iniciación implica tanta entrega como presencia, tanta valentía como apertura a la metamorfosis. Espero que estas palabras nos resulten útiles de cara a fabricar internamente la paciencia, la cesión voluntaria de resistencia y tensión innecesarias y la templanza justa para que este punto medio del ciclo sinódico de Marte en curso nos toque con su gracia y nos reoriente en tiempos cada día más desposeídos de referencia. 

La tercera y última idea es que la iniciación no implica una disociación. El viaje no cesa. La fase menguante del ciclo continúa macerando lo ganado para que sus propiedades curativas calen en lo más vital y pulsante de nuestra sangre. La integración y la práctica van volviendo cuerpo de realidad lo que se vivió en lo más inaccesible de la montaña. Y esto se encuentra indefectiblemente ligado a la dimensión colectiva del ciclo sinódico de Marte. No actuamos solxs. No nos jugamos en la nada. El masculino iniciado pone su energía al servicio de lo común y lo vinculante de manera inversa al principio femenino. En vez de recibir y nutrir, el principio masculino dinamiza e independiza, separando (y protegiendo y defendiendo tal separación) para crear el espacio suficiente como para que la diferencia exista y, con ella, la salud de lo común.

Desde esta perspectiva, alinearse con el ciclo sinódico de Marte regenera nuestro sentido de lo propio en tanto lo ordena con respecto a su impacto en la trama de lo común o, como dicen en la tradición Lakota, «Aho Mitakuye Oyasin», en todas nuestras relaciones. Todas, sin excepción, desde la que nos asocia a la montaña hasta la que nos sumerge en el reino de lo subterráneo. El agua, el fuego, el vecino, la hermana, el padre, la madre, lxs ancestrxs, el insecto, la estrella, su luz. 

Mi invitación es a que ciclemos de la mano de los planetas de los que tanto hablamos. que los volvamos mentores y, a nuestra práctica astrológica, un proceso de registro orgánico a tiempo real. Un registro que nos revele como sustancia viva, criatura en pertenencia, emergencia de un generoso planeta que no tiene ápice de duda de cómo ser lo que es. Y que desde ese estado sincero y vital, junto a la Tierra, siendo tierra, decidamos jugarnos a favor de su sabiduría y de su continuidad.

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 1 En el enfoque somático Body-Mind Centering® manejamos una definición de “agencia” muy pertinente para este artículo: “habilidad para tomar decisiones corporeizadas, generar influencia y resonancia, asumir riesgos y aprender de la experiencia”.


2 Recomiendo encarecidamente la lectura del artículo de “La casa que construyó Darwin”, de Thomas Hanna, para profundizar en el concepto de “soma”.


3 This Capricorn Mars Cycle will organize collective opportunities for humanity to mature its actions and their results with more awareness, less reactivity and a deeper, sacred responsibility to care for life on Earth. Many, many people will be confronted with the ways we are currently not being responsible for our choices, consciously and unconsciously, through apparently dire situations in which we cannot control the outcome.» Texto original de Adam Gainsburg. 

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